El próximo viernes 21 de junio se celebra el Día Mundial contra la Esclerosis Lateral Amiotrófica, más conocida como ELA. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa progresiva que afecta a las neuronas motoras del cerebro y a la médula espinal, que dejan de funcionar y de enviar mensajes a los músculos, lo que deriva en el debilitamiento muscular como pasa en la sarcopenia y la incapacidad de movimiento de la persona que la padece, perdiendo también las capacidades de hablar, masticar, tragar y respirar. Sin embargo, tanto los sentidos como la inteligencia y los músculos que controlan la movilidad de los ojos no se ven afectados.
La ELA es la tercera enfermedad neurodegenerativa más diagnosticada, después del Alzheimer y otras demencias y la enfermedad de Parkinson. La Sociedad Española de Neurología (SEN) calcula que se diagnostican tres nuevos casos de ELA al día, superando los 900 al año. Se estima que en España hay actualmente más de 3.000 personas afectadas por esta enfermedad, y que una de cada 400 personas la padecerá.
La causa de la ELA sigue siendo una gran desconocida. Se calcula que solo entre el 5 y el 10% de los casos se deben a causas genéticas hereditarias. En el 90% restante la aparición es completamente esporádica y no se puede asociar a ningún factor de riesgo (ambiental, geográfico, alimentario, cultural o profesional). La enfermedad afecta sobre todo a personas de entre 40 y 70 años, más frecuentemente en hombres de 60 a 69 años.
Los primeros síntomas de la ELA son la debilidad y la atrofia de los músculos de brazos y piernas, impidiendo la realización de acciones cotidianas, o de los músculos de la boca, imposibilitando la correcta respiración o la capacidad de tragar. La enfermedad se va extendiendo por la corteza cerebral y la médula espinal, derivando en las etapas finales en la pérdida absoluta de movimiento y en el fallo respiratorio, siendo este último la causa de fallecimiento más habitual de la enfermedad. La esperanza de vida en el 80% de los casos es de cinco años tras el diagnóstico, pero la evolución puede variar de un paciente a otro.
De momento, la ELA no tiene cura, aunque sí que se pueden realizar procedimientos que ayuden a mejorar y prolongar la calidad de vida del paciente. La enfermedad debe llevar un tratamiento farmacológico, pero también tiene que ser supervisada por expertos en neurología, y estos a su vez deben trabajar con otros especialistas en el seguimiento del paciente: neumólogos, médicos del aparato digestivo, rehabilitadores, nutricionistas, expertos en genética, fisioterapeutas, trabajadores sociales, psiquiatras y equipos de soporte.
En Amavir, somos conscientes de que nuestros residentes que padecen esta enfermedad necesitan los mejores cuidados posibles y, por eso, nos comprometemos y nos involucramos al máximo con ellos para lograr que tengan una buena calidad de vida.