La muerte de un ser querido es un momento especialmente difícil. Desorganiza el mundo personal, provoca un inmenso estrés y un agotamiento físico y emocional. Sin embargo, el duelo en la vejez y en cualquier otro momento vital, es un proceso necesario que hay que experimentar para aceptar la pérdida de la persona ausente, adaptarse y rehacer la vida en la mejor medida posible y con ánimo de superación y ganas de seguir viviendo.
Características del duelo en la vejez
Hablamos de duelo cuando nos referimos a una reacción psicológica que se produce ante la pérdida de un ser querido, manifestada a través de un conjunto de respuestas emocionales, fisiológicas, cognitivas y conductuales. Así, pueden aparecer la culpa, la ansiedad, la idealización de la persona fallecida, la angustia, los trastornos del sueño, el temor, la apatía o el aislamiento social, entre otros múltiples estados.
Este proceso presenta características similares y a la par diferentes en las diversas etapas de la vida. Mientras que en la infancia y en la adolescencia la dependencia del adulto, el entorno y el medio educativo resultan fundamentales, y su posterior influencia en posibles problemas en el desarrollo de la personalidad; en la edad adulta y en la vejez, en el duelo se pueden apreciar observaciones y fenómenos de gran diversidad.
En la tercera edad, el duelo se caracteriza por una acumulación de pérdidas, una circunstancia compleja que requiere la intervención de especialistas en psicología y psiquiatría para la superación individualizada de cada una de esas pérdidas, pues no se pueden asimilar todas en bloques, sino una a una.
También resulta importante tener en cuenta que el duelo por viudedad o fallecimiento del cónyuge puede aumentar el sentimiento de soledad, así como la necesidad de contar con figuras de apoyo cercanas, especialmente ante la sensación de desamparo.
Cómo superar la soledad no deseada
El envejecimiento puede implicar una mayor susceptibilidad o vulnerabilidad emocional en los deterioros fisiológicos, psicológicos y socioculturales, un proceso natural que en sí mismo también comporta una pérdida especial: la pérdida personal de autonomía y de independencia.
De este modo, los diferentes procesos de duelo en la tercera edad unidos a esa circunstancia de susceptibilidad personal pueden conllevar una complicación añadida que comportará mayores cambios emocionales y conductuales y reforzará la sensación de desorientación vital, inseguridad emocional y descontrol.
No obstante, resulta imprescindible comunicar y trasladar a nuestros mayores la posibilidad de reiniciar una nueva etapa y seguir adelante, aunque ello esté muy condicionado por las circunstancias externas y el estado de salud de cada uno. Ofrecer al adulto mayor recursos y mecanismos de adaptación ante el duelo y superación por múltiples pérdidas puede favorecer el crecimiento vital. Asimismo, la trayectoria del vínculo entre la persona fallecida y el mayor, el medio que le rodea, la red de apoyos y sus intereses e inquietudes personales constituyen factores que también van a influir de forma considerable en este proceso.
En este contexto, las residencias o centros de día son considerados por muchas familias como una de las mejores formas para prevenir la soledad en las personas mayores. En el caso de las residencias de Amavir se fomenta la socialización y una programación de actividades para conseguir un envejecimiento activo.
Terapias para superar el duelo en la vejez
En el duelo que experimentan los ancianos hay que tener en cuenta que a la acumulación de pérdidas se pueden agregar otras características, como el aumento de la sensación de soledad, la sensación de desamparo o el desarraigo de parte de su pasado.
A este hecho se añade otra circunstancia importante: es común encontrar que a las generaciones de personas mayores se les instruyó en la no expresión de sus emociones, como signo de fortaleza, por lo que tienden a no pedir ayuda y a no hablar de lo que sienten, ni con sus familiares o amigos y, mucho menos, ante especialistas.
El hecho de no poder compartir con nadie cómo se sienten, qué echan de menos o qué anhelan, así como ocultar sus sentimientos, puede conllevar lo que se conoce como duelo complicado, lo que a su vez puede evolucionar en una patología depresiva y en un cuestionamiento del sentido de la vida.
Para prevenirlo, hay que enfatizar la relevancia de acudir a los cuidados de un profesional en psicología, superación y duelos, porque resulta un proceso tanto interno como externo difícil de gestionar de manera aislada.
Los grupos terapéuticos entre familiares y personas cercanas contribuyen a aceptar el proceso del duelo, incluso aquellos duelos antiguos y no resueltos, que gracias a este tipo de conversaciones pueden hablarse y ser tratados con la ayuda y guía de un psicólogo especialista en duelo. En general, se observa que aquellos pacientes que acuden a este tipo de terapias por un duelo reciente o antiguo y que pueden hablar sobre ellos constituyen una sólida base para la recuperación.
La evocación de recuerdos positivos y negativos (para combatir la absoluta idealización del fallecido), el disfrute de hobbies y actividades placenteras para el adulto mayor, la conversación sobre lo que se echa en falta y la valoración de los supervivientes son otro tipo de recursos para superar el duelo en la vejez.
Cómo apoyar a nuestros mayores en el proceso
Teniendo en cuenta todo lo mencionado en líneas anteriores, es de vital importancia llevar a cabo una serie de recomendaciones para conocer cómo apoyar a nuestros mayores en el proceso de pérdida y duelo:
- Respetar las necesidades y ritmos de la persona mayor a la hora de aceptar su dolor. El hecho de haber padecido varias pérdidas de forma acumulada y la falta de expresión de las emociones puede ralentizar el período de duelo y hacer que se alargue, o que así lo consideren sus familiares más cercanos.
- Crear momentos de escucha y de compartir mutuamente emociones respecto a la pérdida y a la persona fallecida, para ayudarle a expresar sus sentimientos.
- Pasar tiempo con nuestros mayores, realizando actividades de su agrado y recordándoles que la esperanza y el ánimo son fundamentales para una óptima calidad de vida.
- Ofrecer toda la ayuda posible y derivarle a los cuidados de un profesional, ya que el duelo constituye un factor que puede aumentar el riesgo de padecer enfermedades.
- Evitar la sobreprotección y la tendencia a infantilizar al anciano y a infravalorar sus capacidades y recursos para aceptar la situación y vivir el proceso de duelo.
- Proponer actividades al aire libre, con personas de su edad y con familiares, pequeños y adolescentes, que impliquen nuevas visiones y perspectivas vitales. El ejercicio físico, los juegos en familia y las actividades de socialización permiten contrarrestar los sentimientos de aislamiento y depresión.
En este contexto es fundamental recordar los numerosos beneficios de las estancias temporales en residencias de mayores, ya que promueven la integración social, el refuerzo de habilidades físicas y mentales y la participación en terapias innovadoras, todo ello acompañado de los profesionales especializados que ofrecen una adecuada y cualificada asistencia.