Detectar los primeros síntomas del párkinson en la tercera edad es importante, ya que el rápido abordaje multidisciplinar de la enfermedad de Parkinson y la puesta en marcha del tratamiento, pueden marcar la diferencia en relación al bienestar y la calidad de vida de las personas mayores.
Es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común en el mundo. En España, se diagnostican cada año unos 10.000 nuevos casos. Aunque puede afectar a jóvenes, lo común es que las personas con párkinson sean de avanzada edad, de hecho, el 70% de los casos nacionales son mayores de 60 años.
Qué es el parkinson
Se trata de una enfermedad neurodegenerativa, progresiva y crónica que se produce por la degradación o muerte de las células nerviosas, desencadenando un déficit de dopamina en el cerebro que deriva en alteraciones que afectan al sistema nervioso y a las partes del cuerpo controladas por los nervios.
La patología presenta síntomas no motores y motores, pudiéndose desarrollar desde problemas cognitivos, hasta trastornos del movimiento. Los síntomas de la enfermedad suelen aparecer lentamente, van avanzando con el paso del tiempo y pueden manifestarse de muchas formas, ya que a cada persona le afecta de una manera distinta existiendo diferentes tipos.
A pesar de desconocerse la causa del párkinson, los expertos indican que los factores de riesgo son los genes, el sexo, la edad y la exposición a ciertos factores ambientales como toxinas (herbicidas o pesticidas). Además, los investigadores han observado que la enfermedad suele estar acompañada de problemas adicionales que requieren de una atención integral y que el cerebro de las personas que la padecen suele presentar muchos cambios como la presencia de cuerpos de Lewy.
¿Qué tipos de parkinson existen?
Cabe identificar qué tipos de párkinson existen para tener en cuenta las características que los definen y sus causas, ya que dependiendo de ello el tratamiento varía.
Parkinsonismo primario
Se habla de parkinsonismo primario cuando no se encuentra ninguna enfermedad adicional que produzca los síntomas del párkinson de forma secundaria. Es decir, se desarrolla el trastorno sin necesidad de estar vinculado a otro.
Parkinsonismo secundario
Se diagnostica como parkinsonismo secundario cuando una persona padece los propios síntomas de párkinson o similares, pero su etiología y origen es diferente.
Suele estar causado por el uso de ciertos fármacos que disminuyen o interfieren en la actividad de la dopamina en los ganglios basales, como ocurre con antipsicóticos y antieméticos; o por problemas de salud adicionales como lesiones cerebrales o la demencia de Lewy.
Parkinsonismo plus o atípico
El parkinsonismo plus o atípico hibrida la sintomatología motora del párkinson con la de otras enfermedades. Las personas que lo padecen suelen tener peor respuesta al tratamiento farmacológico, ya que presentan un patrón de progresión más rápido y se les suma la dificultad de los síntomas de otras enfermedades.
Se produce por la acumulación en el cerebro de unas proteínas que dañan su función. Estas se denominan “taupatías” (degeneración corticobasal y parálisis supranuclear progresiva) o “alfa-sinucleinopatías” (demencia por cuerpos de Lewy y atrofia multisistémica).
¿Cuáles son los primeros síntomas del parkinson?
Los síntomas de la enfermedad de Parkinson aparecen de forma progresiva, afectando algunas zonas del cuerpo como las manos, los brazos, las piernas y la cara.
Más tarde se extiende a todo el cuerpo, causando rigidez motora, problemas de equilibrio y coordinación. También pueden aparecer otros indicios como son dificultades del habla, de deglución y de escritura, entre otros.
Además, existen otros síntomas no motores como los trastornos del sueño, ansiedad, depresión o los problemas de tipo cognitivo, como el déficit de atención.
Los primeros signos y síntomas del párkinson son los siguientes:
Temblores
Son los más característicos de la enfermedad y los más tempranos. Los temblores suelen producirse en extremidades, especialmente en las manos y dedos y en reposo, lo cual lo diferencia del trastorno conocido como temblor esencial.
Trastornos del movimiento
A pesar de que los temblores sean los signos más habituales, el párkinson también puede causar rigidez, dolor muscular, dificultad para moverse, mantener la postura y el equilibrio o caminar con naturalidad.
Un signo de alerta temprana puede ser el cambio en la escritura de la persona, ya que la letra de los que desarrollan la enfermedad se vuelve más pequeña de forma repentina debido a la rigidez de las manos.
Asimismo, con el paso del tiempo se puede comenzar a padecer la pérdida de movimientos automáticos e inconscientes como parpadear o balancear los brazos al andar y también aparece lentitud de movimiento, conocida como bradicinesia. Este síntoma puede hacer que algunas tareas sencillas y rutinarias como levantarse de la silla o coger algún objeto del suelo se conviertan en una labor muy compleja.
Rigidez facial y cambios en la voz
En línea con el movimiento, la expresión facial también es un indicativo en el caso de que se detecte falta de parpadeo o ausencia de movimiento en los músculos de la cara.
De igual forma, los cambios en el volumen al hablar, tanto si aumenta o disminuye, también pueden determinar la presencia de párkinson, sobre todo, si se acompaña con una voz que parece más ronca de lo habitual.
Pérdida del olfato
La pérdida del sentido del olfato, también llamada hiposmia, afecta del 40 al 90% de los pacientes y, a diferencia de los resfriados o incluso el coronavirus, las personas mayores con párkinson no recuperan este sentido.
Estreñimiento y mayor frecuencia urinaria
El fallo de las funciones motoras suele afectar al intestino grueso, por lo que al trabajar más lento produce que la persona tenga más dificultades para ir al baño, pudiendo llegar a ser una señal de párkinson. De igual forma, la enfermedad repercute en la vejiga, aumentando las ganas de orinar a lo largo del día.
Mareos, desmayos y fatiga
La presión arterial baja o la falta de equilibrio son comunes en la enfermedad y esta puede llegar a producir que los ancianos sufran fatiga a lo largo del día, mareos recurrentes o incluso desmayos.
Trastornos cognitivos
La alteración cognitiva suele ser frecuente, siendo la pérdida de memoria, la baja concentración o la dificultad de tomar decisiones sencillas, tres señales tempranas y claves para su diagnóstico.
Trastornos del sueño
La conducta del sueño suele verse alterada en los mayores que padecen esta enfermedad. Tanto si el anciano tiene insomnio, como si empieza a moverse mucho por las noches, con movimientos repentinos como puñetazos o patadas durante la fase del sueño profundo son signos tempranos y muy habituales de la enfermedad de Parkinson.
Trastornos de conducta
Al tratarse de una enfermedad neurodegenerativa también puede desembocar en trastornos en el estado de ánimo, en la personalidad y en el comportamiento. La apatía, la tristeza y el aislamiento suele ser común.
Diferencia entre el parkinson y el temblor esencial
El párkinson y el temblor esencial son dos enfermedades que a menudo se confunden. Sin embargo, mientras que los síntomas motores como los temblores aumentan en reposo y disminuyen en movimiento, en el caso del párkinson, cuando se trata de temblor esencial, este aumenta durante la acción y disminuye en reposo.
Asimismo, el temblor esencial tiene un comienzo bilateral, mientras que la enfermedad de Parkinson tiene un comienzo generalmente unilateral y los fármacos empleados para este padecimiento no son efectivos para el tratamiento del temblor esencial.
Cómo tratamos el parkinson en Amavir
En las residencias Amavir recomendamos la observación y el diagnóstico temprano de la enfermedad para comenzar el tratamiento personalizado lo antes posible, tanto en los centros de día, como en las residencias.
El diagnóstico de esta enfermedad se realiza tomando en cuenta la historia clínica y la exploración física y neurológica de la persona, ya que no existe en la actualidad un marcador bioquímico que lo determine.
El equipo médico de los centros de Amavir, trabaja de forma conjunta combinando atención médica y tratamiento farmacológico con sesiones de fisioterapia, de psicología y de terapia ocupacional y actividades enfocadas a mantener un correcto envejecimiento activo.