Se estima que una de cada seis personas puede sufrir un ictus alguna vez a lo largo de su vida, según diferentes estudios científicos. Ello convierte a esta patología en una de las principales causas de muerte o limitación funcional de la población, tanto para hombres como para mujeres.
Ante este contexto, la información, la prevención y el seguimiento con profesionales sanitarios especializados resultan aspectos fundamentales para reducir las posibilidades y poder llevar a cabo acciones que mejoren la calidad de vida de las personas. Por ello, en el siguiente artículo trataremos qué es un ictus y cuáles son sus principales síntomas, qué tipos de ictus pueden producirse en la tercera edad y los principales consejos para prevenir y tratar ictus en personas mayores de 80 años.
Principales características y síntomas del ictus
El ictus es una enfermedad cerebrovascular producida por una disminución o una obstrucción del flujo sanguíneo al cerebro. Esta interrupción provoca que las células cerebrales no estén lo suficientemente bien irrigadas y no reciban el oxígeno adecuado.
El ictus sigue siendo la primera causa de muerte en las mujeres y la principal causa de discapacidad en Europa. En España, según el Informe Anual del Sistema Nacional de Salud 2022, esta enfermedad cerebrovascular afecta al 1,5 % de personas, aunque a partir de los 65 años afecta a seis de cada cien y, a partir de los 80 años, el índice aumenta hasta el 10 %.
Adicionalmente, estudios y últimas investigaciones señalan que las próximas décadas estas previsiones empeorarán considerablemente. Así, dichas previsiones reflejan que la incidencia del ictus continuará aumentando debido, entre otras causas, al envejecimiento de la población. De esta forma, se estima que entre los años 2015 a 2035 el número de personas que sufrirán un ictus superarán los cuatro millones y medio en la Unión Europea, lo que supondrá un aumento global del 34 % en el número total de pacientes con ictus.
También conocido como infarto cerebral, el ictus puede presentar diversos síntomas y reconocerlo puede suponer una tarea compleja si lo confundimos con síntomas propios de la edad o de otras afecciones. Así, estas son las principales características de identificación o síntomas más comunes en personas mayores:
- Pérdida de fuerza o sensibilidad. Esto es, sensación de entumecimiento o parálisis en la cara, el brazo o la pierna de un lado del cuerpo de forma brusca.
- Visión doble o alteraciones en la visión, identificado como pérdida parcial o total en uno o ambos ojos, visión borrosa o visión doble.
- Sensación de vértigo, acompañado de inestabilidad y dificultades para caminar, falta de equilibrio, tropiezos, pérdida de coordinación o caídas bruscas.
- Dolor de cabeza de aparición repentina. Puede darse sin causa aparente, acompañado de vómitos, mareos o alteración del conocimiento.
- Alteraciones en el lenguaje. Si la persona presenta dificultad para hablar y ser entendido por otras personas.
Tipos de ictus en personas mayores
En el análisis de esta enfermedad, es preciso explicar que existen dos tipos principales de ictus:
- Ictus isquémicos (o infartos cerebrales), provocados por coágulos o placas que bloquean el flujo sanguíneo. En este tipo de ictus, el trombo limita la cantidad de oxígeno que llega al cerebro mediante el flujo sanguíneo.
- Ictus hemorrágicos (o hemorragia cerebral), causados por sangrados en el cerebro a causa de la rotura de una arteria y por su derrame. El oxígeno no llega al cerebro y, a consecuencia de ello, las células nerviosas dejan de funcionar. Son menos frecuentes.
Consejos para prevenir ictus en personas mayores de 80 años
La prevención es esencial para evitar el desarrollo o aparición de un ictus. Por esta razón, mantener buenos hábitos de salud es fundamental y, como siempre recomendamos, nunca es tarde para comenzar a adquirir estas buenas prácticas saludables:
Mantener un estilo de vida saludable
Reducir la ingesta de grasas saturadas en la dieta y potenciar el consumo de frutas y verduras reduce potencialmente la acumulación de colesterol en las arterias y evita el sobrepeso, uno de los principales factores de riesgo de padecer ictus.
Evitar o abandonar hábitos perjudiciales para la salud de los ancianos
El tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y el uso de drogas también son factores de riesgo, ya que están ligados estrechamente con el aumento de la presión arterial y daños cardiovasculares.
El deporte en personas mayores
Practicar ejercicio de diferentes intensidades y de forma regular evita el sedentarismo y reduce el riesgo de accidente cerebrovascular, además de ayudar a controlar la presión arterial, el colesterol y la diabetes, así como mantener un peso saludable.
Cómo minimizamos y tratamos el estrés en nuestras residencias de ancianos
El estrés puede aumentar el riesgo de ictus al aumentar la presión arterial y el ritmo cardíaco, lo que puede incrementar el riesgo de coágulos y obstrucciones en los vasos sanguíneos del cerebro. Es importante buscar maneras de manejar el estrés, como la meditación, el yoga, la relajación y buscar ayuda profesional con psicólogos, terapeutas, etc.
El tratamiento de la ansiedad en las personas mayores y su relación con el riesgo de ictus
El tratamiento de la ansiedad en las personas mayores es crucial, ya que está vinculado a un mayor riesgo de ictus. Estudios han demostrado que la ansiedad crónica puede aumentar la presión arterial y provocar inflamación, ambos factores de riesgo para accidentes cerebrovasculares. En las residencias de ancianos, es vital abordar la ansiedad mediante una combinación de terapias cognitivas, técnicas de relajación y, cuando sea necesario, medicación controlada. Un enfoque integral no solo mejora el bienestar emocional, sino que también puede reducir significativamente el riesgo de complicaciones graves.
Además de todo lo anterior, es imprescindible apoyar y planificar debidamente las campañas de difusión e información para toda la ciudadanía, ya no solo cada octubre con motivo del Día Mundial del Ictus, sino a diario y en función del entorno y la evolución sociológica y demográfica de cada población.
Tratamientos de rehabilitación para casos de ictus en la vejez
Un diagnóstico y tratamiento precoces son elementos decisivos para mejorar los niveles de incidencia y supervivencia en nuestro país, así como las posibilidades de recuperación de los pacientes que sufren ictus.
De este modo, para aquellas personas mayores que lo han sufrido y que han sobrevivido a él, a pesar de presentar serias secuelas, es imprescindible y determinante un largo proceso de rehabilitación para reducir el impacto de las lesiones producidas y poder llevar una óptima calidad de vida.
Además del tratamiento precoz de la enfermedad, debemos tener en cuenta que, desde el departamento de fisioterapia neurológica, se pueden llevar a cabo múltiples sesiones y talleres que fomenten una recuperación paulatina de la autonomía del adulto mayor y que minoricen la posible minusvalía y las complicaciones que ha traído aparejado el ictus. Asimismo, juega un papel importantísimo la estimulación cognitiva y sensorial diarias para las personas mayores que han protagonizado este tipo de episodios.
Los tratamientos para rehabilitación en casos de ictus en la vejez dependerán de la fase de la enfermedad en la que se encuentren. En la fase aguda lo importante será centrarse en la prevención de complicaciones, en el tratamiento postural y en la independencia del paciente. Por otro lado, en la fase subaguda y crónica, los planes de cuidado se deberán centrar en recuperar el equilibrio y la marcha, y recurrir a la cinesiterapia (área de la fisioterapia que consiste en la reeducación a través del movimiento) y la fisioterapia de mantenimiento.
Tras dichos tratamientos, se ha puesto de manifiesto el beneficio terapéutico para las personas mayores, con independencia de que este sea menor cuanto mayor es la edad.
Por todo ello, resulta fundamental garantizar que todos los pacientes tengan acceso a las herramientas y políticas contempladas en los planes nacionales y europeos de salud en condiciones de igualdad, sin importar su lugar de residencia o nivel socioeconómico. En definitiva, la reducción de la incidencia de casos de ictus y su tratamiento óptimo es vital para el futuro y bienestar de todos los ciudadanos y debe considerarse un objetivo prioritario por todos los poderes públicos.