Zulay Avendaño, fisioterapeuta de Amavir Tías.
El concepto de movilidad es bastante amplio y por eso hoy queremos centrarnos específicamente en la marcha y en cómo a través de ella, y de su conservación dentro de las propias posibilidades de cada individuo, podemos mantenernos activos y conseguir a pesar de los años transcurridos beneficios para nuestro cuerpo y nuestra mente.
Caminar es una función que logramos poco a poco a través de nuestro desarrollo infantil y que vamos mejorando a medida que nos hacemos adultos. Sin embargo, una vez alcanzada esa plenitud, nuestro cuerpo comienza a involucionar como parte del proceso de envejecimiento natural y esta función, como otras, se ve afectada. Así, los reflejos, el equilibrio, la coordinación, la fuerza y la movilidad articular paulatinamente se van alterando, todo ello sin contar con que pueden existir determinadas patologías que pueden agravar este desgaste.
Los fisioterapeutas tenemos que prever ese progresivo envejecimiento, porque ello nos ayuda a abordar esos posibles problemas de una manera precoz, minimizando y retardando los efectos o tratándolos de la mejor manera posible según cada individuo, con el objetivo de evitar la aparición del síndrome de inmovilidad y con él, del aumento de las caídas con posibles consecuencias como las fracturas y las heridas en la piel.
En este contexto, la reeducación de la marcha geriátrica es esencial en nuestro quehacer diario dentro de las residencias para mayores, en las que trabajamos con cada persona de manera diferente según sus propias capacidades y necesidades. Lo hacemos promoviendo la marcha autónoma, con ayuda o supervisión, y realizando dentro de nuestras sesiones diferentes actividades que lleven a los mayores a ejercitar no sólo su musculatura sino también a tener mayor control postural, que estimulen sus reflejos, su equilibrio tanto estático como dinámico y la coordinación necesaria para lograr un adecuado esquema de la marcha, brindándoles así en cada sesión herramientas necesarias para asumir los retos del día a día con el fin de mejorar su estabilidad y seguridad mientras realizan la marcha.
Cuando los adultos mayores no pueden desplazarse de manera autónoma, además de promover la marcha en paralelas, también usamos ayudas técnicas que son aditamentos externos que dan un apoyo adicional del cuerpo al suelo, permitiendo la bipedestación y la movilidad. Dentro de ellos encontramos los diferentes tipos de bastones, de un apoyo o cuatro apoyos, muletas o bastones canadienses, andadores de cuatro ruedas, dos ruedas y dos apoyos o cuatro apoyos, todos ellos a usar según los requerimientos específicos de cada persona.
Incluso cuando sea inviable la realización de la marcha a pesar de las ayudas externas que se le proporcionen y no cuenten con las aptitudes físicas necesarias, de la misma manera se debe seguir promoviendo la actividad física desde el uso de la silla de ruedas, encontrando en las sillas autopropulsables el mejor aliado para nuestros propósitos, que pasarán siempre por evitar la inmovilidad.
Por último, tenemos que considerar que el proceso de caminar no tiene consecuencias solo físicas sino también cognitivas, y por tanto influyendo o estimulando ese proceso favorecemos no solo un bienestar físico sino también emocional. Es por eso que caminar es un ejercicio completo para nuestro cuerpo y como tal debemos potenciarlo y trabajarlo en nuestras residencias.